EN LAS MANOS DE DIOS
José Antonio Pagola
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Qué hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro sólo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver”.
Si la muerte natural es dura y difícil para el deudo, qué podemos decir cuando nos asesinan a un familiar. Este artículo no habla de eso y creo que es necesario por la situación tan trágica y espantosa que estamos viviendo los venezolanos. Hay mucha rabia e impotencia y un dolor demasiado profundo. Dios mio danos resignación y humildad para aceptar tanta injusticia.
Querida Silvia, tienes razón, el artículo no toca la muerte violenta tan presente en nuestra situación,el dato duro es dramático, en Venezuela con las muertes violentas en 2013 fueron tantas que se podría llenar el Estadio Universitario, full, y aún quedarían unas 3.000 personas fuera. El autor es un teólogo Vasco, para su contexto esa realidad, gracias a Dios, no está tan presente. Pero, no es resignación lo que debemos pedir, de ninguna manera, porque resignarse a esta situación no es cristiano. debemos pedir sabiduría y valor para romper el miedo y trabajar por transformar esta situación, y, por otro lado, ponernos en camino por construir una convivencia pacífica donde se respete lo minimo, el derecho a la vida.
El tema de la muerte nos toca a todos: Creyentes y no-Creyentes. Es duro. Es una realidad. Lamentablemente, en nuestra cultura y sociedad en general no se nos prepara para entenderla como se practica en algunas sociedades. Una vez me explico alguien algo asi: Imaginate que tu vida trancurre como si vivieras en la margen derecha de un caudaloso rio, todos los riesgos y peligros que enfrentas alli es eso: Tu vida!! Y cuando te trasladas a la margen izquierda te despides de todos y te vas a una vida infinita. Tu oyes y ves lo que muchos de tus seres queridos, familiares y amigos hacen. Estas en otra dimension. Te nombran, te mencionan para desearte siempre bien y tu a ellos le envias luces esperanzadoras y de entusiasmo para que enfrenten la vida de la mejor manera. Esa explicacion me ha dado fortaleza para encarar la muerte como un traslado, un cambio a otra dimension diferente y en donde con mucha fe, espero sentir la luz divina y la presencia del Padre Universal…
Yo perdí a mi madre el 23 de noviembre de 2015. Para mí fue traumático. Yo cuidé a mamá muchos años y llegamos a compenetrarnos de tal manera que nuestro amor se convirtió en la llama que nos permitía soportar su diario deterioro físico. Yo fui criado en colegios salesianos pero me hice agnóstico y lo fui por más de 50 años hasta la muerte de mamá, cuando empecé a cuestionar mis creencias porque no podía soportar que mi madre hubiera muerto y yo la hubiera perdido para siempre. Ahora estoy volviendo al catolicismo poco a poco porque no es fácil cambiar después de tantos años. Lo que si estoy seguro es que hoy soy mejor persona y, también en esto, mi amada madre, con su muerte, me ha dado otra demostración de amor.